Aunque se pretenda revestir de normalidad, aunque los dos hermanos mayores ya se hayan visto y hablado, el regreso de los Panaderos a su templo y el bloqueo de la Lanzada en la calle Cuna ha sido el peor momento de la Semana Santa de 2013. Ni Los Panaderos debió regodearse en la Campana como se regodeó, ni La Lanzada debió intentar meter su cruz de guía antes de que el palio de la Virgen de Regla llegara a Orfila. Se debería exigir un psicotécnico antes de acceder a algunos puestos de responsabilidad cofradiera.
Pese a lo que ocurrió, nada justifica es la actitud del sector del paisanaje que se dedicó a pitar a la hermandad de Los Panaderos en el cruce de Orfila.
El que, escuchara por la radio la secuencia del Cristo de las Penas en la Campana y después la entrada de Jesús Despojado en su capilla, creería que estaba oyendo un canal de flamenco en lugar de una transmisión cofradiera. Este año hubo hermandades que afinaron el repertorio y otra que lo siguieron estropeando como estas dos. El problema, insistimos un año más, no está en las bandas -ni en la Presentación ni en Virgen de los Reyes- sino en las composiciones que en algún caso las elige el capataz y ¡¡¡el coreógrafo de la cuadrilla!!! que suele ser el costalero que vocifera los cambios desde dentro de las trabajaderas. Tampoco otros repertorios como el de las Cigarreras con su misterio o el de las Tres Caídas con el suyo contribuyeron a hacer emotivo el momento.
El recorrido de regreso de Las Penas por La Campana y Alfonso XII no pudo ser más desangelado. Nada que ver con el anterior.
El público aplaudió mucho al coro de Julio Pardo que llegó con la banda de Santa Ana a la capilla de los Marineros cantando una marcha. Es inevitable asociar el sonido con el de los Carnavales de Cádiz. Pero los aplausos no son un termómetro de lo conveniente. También se vitoreó cuando una banda para llegar a un templo tocó Piratas del Caribe o Sevilla tiene un color especial. Y cuidado. Ya se está cantando demasiado en la Semana Santa. Y la de Sevilla ha sido solo de saetas o de cantos litúrgicos, no de salves aflamencadas (entrada de la Virgen del Rocío) u otras especies.
San Gonzalo tiene un problema y la solución. Este año se ha comprobado cómo puede salir más tarde sacrificando el recorrido del barrio a la ida. ¿Qué debe primar una vuelta por las calles o aliviar el esfuerzo de los nazarenos?
El Silencio debe cuidar más al personal que lleva delante del paso de palio. No se merece esta hermandad a algunos empujadores. Y el Diputado Mayor de la Macarena también debería relajarse más ante situaciones vividas en El Salvador la amanecida del Viernes Santo.
¿Por qué los Gitanos tuvo que esperar 40 minutos antes de entrar en Campana y eso que ya se conocía la amenaza de lluvia?
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