La Semana Santa de 2013 ha vuelto a estar marcada por la lluvia. Sólo 31 de las 60 cofradías pudieron completar su estación de penitencia, una más que en 2012 y cinco más que en 2011. El agua dejó estampas inéditas, como el regreso de la Macarena o los traslados de la Esperanza de Triana y Los Gitanos el Sábado Santo. Y, además, dejó también para la historia el conflicto vivido el Miércoles Santo entre La Lanzada y los Panaderos, por la actitud insolidaria de esta última al colarse literalmente por delante en su regreso a la calle Orfila.
No ha habido un solo día en el que no se estuviera pendiente de la climatología. Quizás, el Jueves y el Sábado Santo fueron más tranquilos, aunque con riesgo de agua en determinadas franjas horarias.
El Domingo de Ramos, que empezó con el sol en todo lo alto, se truncó por un aguacero imprevisto a las cinco de la tarde, que obligó a regresar a toda prisa a la Borriquita, la Hiniesta y la Cena; y a refugiarse a Jesús Despojado y la Paz. Con partes meteorológicos poco halagüeños y cambiantes, la Estrella decidía ponerse en la calle y San Roque, la Amargura y el Amor, suspender la estación de penitencia. Finalmente, el agua hizo aparición durante algunos minutos pero de forma muy leve, aunque nadie garantizaba que no cayera un chaparrón como el de las cinco de la tarde.
El Lunes Santo, por su parte, amanecía muy nublado… y así terminó. No obstante, todas las cofradías del día pudieron realizar con normalidad su estación de penitencia. Unas gotitas en la ida del Polígono de San Pablo no fueron suficientes para impedir que esta hermandad, por fin, llegara a la Catedral después de tres años.
El Martes fue para olvidar. Sin prórrogas de ningún tipo las cofradías fueron anunciando, por tercer año consecutivo, que no saldrían a la calle. Junto con el Viernes Santo, fueron los dos días en blanco, vacíos de cofradías y, curiosamente, los más castigados en los últimos años. Y es que de los últimos diez años, sólo dos veces el Viernes se ha librado de la lluvia.
El Miércoles Santo fue un día que tuvo de todo: arrojo de algunas hermandades, suspensiones de salidas, regresos apresurados y, además, algo que no se recordaba desde hacía décadas: conflictos entre cofradías. Cuando la Sed y San Bernardo anunciaron que no realizarían la estación de penitencia, parecía que la jornada estaba abocada a quedarse vacía como el día anterior. No obstante, el arrojo –parecía incluso temerario– de una joven hermandad, el Carmen Doloroso, echó para adelante las expectativas del resto de cofradías salvo el Buen Fin, que se quedó en casa. Sin embargo, a las diez y media de la noche, un chaparrón y el riesgo de lluvia previsto sobre la una de la madrugada hizo que las cofradías regresaran rápidamente a sus templos. En estas lides, los Panaderos, que estaban llegando a la Campana, decidieron volverse a su capilla sin importar que por allí tuviera que pasar la Lanzada, que quedó bloqueada viviendo momentos de tensión importantes, que se recrudecieron cuando el misterio del Prendimiento y la Virgen de Regla fueran a un ritmo como si nada estuviera pasando. Cuarenta minutos tardó los Panaderos en refugiarse, colándose delante de la Lanzada, que tuvo que esperar, comprimida y mojada, cómo su compañera del día se luciera en Campana cuando ya había suspendido su estación de penitencia.
El Jueves Santo no pasó nada similar. Este día es el núcleo de la Semana Santa y aquí todo está medido… salvo los retrasos. Había muchas ganas de vivir esta jornada que desde 2010 no se recordaba. Todas las cofradías pudieron realizar la estación de penitencia sin mayor problema.
Y, en la Madrugada, aunque se anunciara que la Macarena saldría a su hora, todo el mundo miraba hacia San Lorenzo y San Antonio Abad. Si estas dos cofradía se ponían en la calle, tendríamos una Madrugada completa. Y así fue. El hermano mayor del Gran Poder, Félix Ríos, comunicó a los hermanos que a pesar del riesgo de lluvia a partir de las siete de la mañana, el Señor tenía que salir a la calle. Y precisamente a esa hora, cuando todas las cofradías salvo el Silencio estaban en la calle, comenzó a llover.
El Gran Poder regresó a toda prisa mientras su cortejo estaba entre la Plaza del Museo y la de San Lorenzo. El Calvario regresó con total tranquilidad, sin nervios y prisas, hacia la Magdalena desde Molviedro, y las tres de capa tuvieron que refugiarse. La Macarena se partió en tres: el palio en el Salvador –probablemente la imagen de la Semana Santa–, el misterio en la Anunciación y numerosos tramos del Señor en el mercado de la Encarnación. La Esperanza de Triana, al Cristo le cogió en la Catedral y a la Virgen en Sierpes, quedando refugiada toda la cofradía en el primer templo metropolitano. Los Gitanos, por su parte, se refugiaron junto al Señor de la Sentencia en la Anunciación –siete pasos hubo en este templo durante tres horas–. Con este panorama, los Gitanos y la Esperanza de Triana decidieron suspender la estación de penitencia, y regresaron en loor de multitudes y en silencio en la mañana del Sábado, aunque con más parsimonia de lo necesario. La Macarena, no obstante, decidió volver horas más tarde de haberse refugiado. En una hora y diez, el Señor de la Sentencia y la Virgen de la Esperanza llegaron a casa, sin cesar las marchas, con chicotás interminables, en una vuelta apoteósica, para la historia, que sólo se vio deslucida por los nervios y malas formas de algunos responsables de la cofradía.
Y ya por último, después de esta extraña Semana Santa, el Sábado Santo, que nació con la Esperanza y Los Gitanos, murió con la Trinidad y la Soledad de San Lorenzo, donde se cantó aquella saeta de “divino broche de oro que cierra la Semana Santa”, que este año fue más verdad que nunca, ya que la Resurrección tuvo también que suspender su estación de penitencia a la Catedral. Se acababa así la tercera Semana Santa seguida sin dejar el paraguas en casa casi ningún día. Al tocar las puertas de San Lorenzo, además de salud, los sevillanos pidieron sol para 2014. Y es que la lluvia volvió a vencer a la Semana Santa. .
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