No sé ni cómo comenzar, pero una historia como ésta, se
merecía un hueco en el blog “Tertulia Cofrade” así que comenzaré por el
principio…
En la mañana del Viernes Santo, mientras que la Hdad. de
Jesús acababa su recorrido, lo único que rondaba en mi cabeza era lo que
pasaría por la tarde, lo que otros muchos también pensaban, ¿llovería o el
tiempo nos daría una tregua?.
Salí del Convento rumbo a mi casa, como cada tarde de
Viernes Santo, una comida “rapidita”, una siesta con muchos nervios, una ducha
y a comenzar a prepararme porque ya eran las 6, hora en la que había quedado
con mi gran amigo Jose.
Antes de salir, llamé a mi novia y con las lágrimas en los
ojos, le decía que estaba chispeando y que venía muy negro, ella en cambio me
decía que tuviese esperanza que seguro que saldríamos.
Ya eran las 6, me dirigí hacía mi esquina y esperé a que
llegara Jose.
De camino al Convento no sabíamos hablar de otra cosa que no
fuese del tiempo, y una vez allí, comenzó a llover...
Dentro, las caras de preocupación era lo que mas se veía,
pero quedaba un poco de fe, aún faltaban 2 horas y todo podía pasar.
En el interior, nos comenzamos a igualar, a pensar donde
serían nuestros relevos y sobretodo mirando al cielo, ese que lo mismo caía una
buena tromba de agua, que hacía un sol radiante.
Comenzaron a llegar los nazarenos y el Capataz nos mandó a
hacernos "la ropa" ¡Yo tenía esperanzas! Mientras que nos
preparábamos, la Junta de Gobierno se reunía, todo estaba en sus manos…
Y llegó ese momento, ese en el cual llega el Capataz y todos
le preguntamos lo mismo, “¿se sale?”, y ansiando su respuesta, nos dice que
“¡Sí!, que se recorta camino pero que se sale.” Todo era alegría en ese
momento, los abrazos entre costaleros era el signo de la unión de esta
cuadrilla que más tarde se podría ver en la calle.
Se retrasa un poco nuestra salida, el Capataz nos da las
últimas indicaciones, todos estamos preparados, le digo a Eugenio que me
"ponga el costal como él sabe, que no se mueva ni mijita y que aguante toa
la noche".
Nos dirigimos hacía el paso, nos vamos colocando en nuestras
trabajaderas, empujando el costal hacía arriba para que se vaya "haciendo
la cama" y las puertas del Convento se abren, mi corazón late mas rápido
de lo normal, los nervios recorrían todo mi cuerpo, y se escucha esa voz del
Capataz que nos dice..."¡Señores! ¡Ya vamos a esta en la calle! ¡Ahora lo
que os toca es disfruta porque sois los mas privilegiados de toda la hermandad
por el sitio donde vais!"
La primera levantá, esa donde estas más nervioso que todas
las cosas, no se puede describir ese momento. Y manda el Capataz "¡Vámonos
de frente!", llegamos a la puerta, por fin estamos en la calle, dos
lágrimas salen de mis ojos, ¡estábamos en la calle! Comenzamos el recorrido con
nuestro pie izquierdo siempre por delante. En la calle, silencio al pasar
nuestro Señor, y de fondo solo se escucha el "rachear de las zapatillas"
y la música de capilla que nos acompaña.
Una tras otra, vamos recorriendo las distintas calles, la
mezcla de sentimientos y de emoción es distinta a cada paso que daba, me sentía
cómodo. Le preguntaba a mis compañeros que como iban, sobre todo a mis compañeros
de trabajadera Javi y Antonio, mi derecha y mi izquierda. Todos íbamos al mismo
son, el Capataz solo tenía elogios para nosotros.
Y llegamos a la calle La Luna, esquina con la calle Morón,
revirá donde yo ya pensaba en lo poco que me quedaba porque era el último
relevo. Un golpe de martillo nos para en la calle Morón y mientras que le voy
dando las gracias al Señor por esa noche, me fijo en el suelo y me parece ver
que hay pequeñas gotas. El Capataz para de nuevo el paso, tres golpes de
martillo nos hace volver a hacer de nuevo otra levantá, y de repente el Capataz
nos manda a hacer el paso mas largo, nuestro peor enemigo había decidido
acompañarnos, comienza a llover. Debajo de las trabajaderas solo se piensa en
ir lo más deprisa posible para que al paso y al Señor no les pase nada. Pasando
por el Ayuntamiento, la gente del pueblo nos aplaude. El Capataz quiere bajar
el paso, pero los costaleros decidimos no bajarlo, no queremos que le pase
nada. Queremos llevarlo hasta el Convento, ahora no mandaba el Capataz,
¡mandaban los Costaleros! Entre lágrimas los costaleros vamos llevando a
nuestro Señor, nos estaba dando fuerzas para hacer esa "Gran Chicotá"
y llevarlo de nuevo a su sitio.
En poco tiempo estábamos en el Convento, el Capataz nos
manda a ir "poco a poco" porque las puertas del Convento no nos dejan
pasar tan ligeros, y dentro de él, el Capataz da un toque al llamador y bajamos
el paso. Lágrimas dentro y fuera de él, pero ya estábamos en el Convento, la
cuadrilla estaba orgullosa del trabajo bien hecho. El Capataz nos llama de
nuevo, y nos dice “¡Esta levantá va por todos ustedes, los que tienen más casta
de toda La Puebla!”, porque tenemos una unión y una fuerza que nos hace ser
únicos, tercer golpe de llamador y la cuadrilla al unísono grita "¡al
cielo!". Poco a poco vamos llegando a su sitio dentro del Convento, todos
sabemos que lo hemos hecho lo mejor que hemos podido, que nos hemos dejado
todas las fuerzas debajo de las trabajaderas y el Capataz grita por última vez
"¡ahí queó!" y un golpe de llamador deja caer el paso al suelo.
Salimos del paso y comenzamos a abrazarnos. Entre lágrimas
abrazo a mis amigos y compañeros de cuadrilla, Jose, Javi y Luis. La unión de
la cuadrilla solo había que verla en los abrazos que nos dábamos. En ese
momento se acerca David, mi Capataz, dándonos las gracias a todos, dándonos
abrazos y elogiándonos a cada uno de nosotros por el trabajo que habíamos
realizado.
Se acaba el Viernes Santo para nosotros, para todos, para
esta cuadrilla tan magnífica y a la cual quiero agradecer el esfuerzo que
realizaron al llevar al Señor sin parar, quiero darles las gracias a todos y a
cada uno de ellos. También a mi grandísimo Capataz, mi David, que supo aguantar
los nervios de la lluvia y guiarnos como nadie sabría hacerlo. Y como no, darle
las gracias a mi novia que durante toda la semana me estuvo apoyando para que
no perdiese las esperanzas, en definitiva darles las gracias a todos los que
hicieron que este Viernes Santo se quedase para siempre en mi recuerdo.
¡Gracias a todos!
¡No puedo describir lo Orgulloso que me siento de pertenecer
a esta magnífica cuadrilla!
Venerable y Fervorosa Hermandad de la Corona de Espinas, Congregación del Pecado Mortal, Santa Caridad y Cofradía de Nazarenos del Stmo. Cristo de las Aguas, Santo Entierro y Orden Tercera de los Siervos de María Stma. de los Dolores.
Puebla de Cazalla, Sevilla.
Escrito por: Adrián Moreno Melero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario