La muerte de S. A. R. Don Juan de Borbón –fallecido el 1 de abril, tres días antes del
Domingo de Ramos– marcó profundamente la
Semana Santa de Sevilla de 1993. El
Conde de Barcelona mantuvo fuertes lazos con algunas de las hermandades de Sevilla, como la del
Baratillo o
Pasión.
Sin
embargo, todas tuvieron presente su memoria durante la estación de
penitencia hasta el Templo Metropolitano. El pendón de la ciudad rindió
homenaje al Conde con un crespón, se le dedicaron oraciones en los
templos, los martillos llamaron por Él en las levantás, y estandartes,
misterios, crucificados y palios llevaron lazos negros en
señal de duelo.
Fue una Semana Santa caracterizada también por la
ausencia de inclemencias meteorológicas.
Años de sequía. Y es que desde el Martes Santo de 1990 ni una gota de
agua hizo acto de presencia en la Semana Mayor de Sevilla para
deslucirla. Brilló el sol en lo más alto, hasta hizo calor, según
cuentan las crónicas de la época, y gracias a ello, las cofradías se
lucieron por las calles de la capital. Igualmente, la
Semana Santa de 1993 se distinguió por albergar durante sus ocho días momentos históricos; protagonizados principalmente por las
obras de rehabilitación que se estaban llevando a cabo en distintos templos, como el de
San Julián, el de
San Esteban o el de
Omnium Sanctorum. Otra novedad la encontrábamos en el palquillo de
la Campana, presidido por el recién elegido presidente del Consejo de Cofradías,
Antonio Ríos.
La Hiniesta vuelve a San Julián
El Domingo de Ramos de 1993 destacó –con permiso del resto de las corporaciones del día– la salida de la Hermandad de
la Hiniesta
de San Julián. Todavía no estaba completamente restaurado, pero lo
suficiente para que los hermanos nazarenos y los titulares pudieran
volver a su templo y comenzar desde allí la
estación de penitencia. Tres años atrás,
Santa Marina
fue el lugar de acogida, el tiempo que duraron el grueso de las obras.
Una restauración que no finalizó hasta 1994. Aunque hubo más estrenos
ese día. El
Cristo de la Humildad de la
Cena
estrenaba respiraderos y medallones de plata que, acompañados con el
sobrecanasto que lució por primera vez en el 92, mejoraban sensiblemente
el paso, dándole mayor realce.
La Estrella, y por ende todas las cofradías que discurren por el
puente de Triana, se dieron de bruces con los horribles toldos que tapaban el andamiaje colocados en la
capillita del Carmen
para su restauración. Una imagen que afeaba totalmente el paso de las
cofradías en esa clásica parada. La anécdota del día, no obstante, la
protagonizó la hermandad de
la Amargura. Una dotación
de Bomberos tuvo que acudir el mismo Domingo de Ramos, horas antes de la
salida de la cofradía, para podar un árbol cercano a la puerta de
San Juan de la Palma y que podría dar problemas a la hora de la salida de la Hermandad.
Las Aguas reestrenaba la capilla del Rosario
El
Lunes Santo de 1993 cumplía 70 años, tras ser inaugurado por la
Hermandad del Museo
en 1923. Los pantanos estaban resecos y la tierra se cuarteaba por
momentos por la terrible sequía que azotaba a los campos andaluces. No
obstante,
las Aguas fueron protagonistas del Lunes Santo de 1993. Por una parte,
el Museo, protagonista de la ya nombrada efeméride, que tiene entre sus titulares a
María Santísima de las Aguas. Cofradía que, además,
estrenaba la Cruz
de su crucificado, donado por los hermanos costaleros, y el monte del
paso, que había sido reformado. Por otra, y quizá como novedad más
relevante, la vuelta de la
Hermandad de las Aguas a la
capilla del Rosario. Y es que, desde 1990 la corporación de nacimiento trianera, estuvo acogida en la
parroquia del Sagrario, saliendo en procesión el Lunes Santo desde la
iglesia de los Terceros. Ese día, el 5 de abril de 1993, toda Sevilla se concentró, como pudo, en
el Arenal para ver salir la cofradía desde su renovada capilla a la
calle Temprado (antes de las obras lo hacía desde
Dos de Mayo).
Santa Marta seguía saliendo de
San Martín, hecho que no cambió hasta el año 2001, cuando finalizaron las obras de restauración en
San Andrés. La anécdota de ese Lunes Santo estuvo en
La Redención. Tanta efusividad puso el hermano mayor de la cofradía,
Manuel Yruela, en llamar a los costaleros a la entrada del paso en la
iglesia de Santiago, que un adorno del martillo voló por los aires.
Santa Marina acogía a Los Javieres
El
Martes Santo
de 1993 fue un día de bienvenidas y despedidas, en ambos casos,
momentos históricos que quedarán en la memoria de los hermanos y devotos
de la Semana Santa de Sevilla.
Los Javieres salía por
primera vez de Santa Marina –que hasta el año antes había acogido a la
Hiniesta–, por obras en Omnium Sanctorum. Hecho que sucedió hasta 1996. Y
San Esteban se despedía de
San Ildefonso, sede que la amparó durante cuatro años también por obras en su iglesia.
Los Estudiantes
estaba ese día de efeméride. Se cumplían 25 años de la cuadrilla de
hermanos haciendo estación de penitencia y diez de la salida de la
cofradía sin la imagen del
Cristo de la Buena Muerte –en un traslado, al titular de la cofradía se le desprendió la cabeza–. El chascarrillo del Martes Santo lo protagonizaron
el Cerro del Águila y
San Benito. El Cerro, al igual que pasará diez años más tarde con Santa Genoveva, tuvo problemas para discurrir por la
avenida San Francisco Javier
cuando la Policía «olvidó» cortar el tráfico. Por otro lado, los dedos
de uno de los angelitos del primer paso de San Benito se desprendieron
al pasar por la
puerta de Palos de la Catedral.
San Bernardo inauguraba su puente
Otra
imagen histórica se produjo el Miércoles Santo de 1993. San Bernardo
reinauguraba el puente que lleva su nombre. Ni alcalde –que por aquellos
entonces era
Alejandro Rojas-Marcos– ni ningún otro representante político se llevaron la foto del corte de cinta inaugural. Fue la Cruz de Guía de
San Bernardo
la primera que pasó. Tras varios años sin discurrir por el puente, el
barrio arropó a las imágenes en ese momento único de la Semana Santa de
Sevilla. La Sed salía ese año a la calle con su paso totalmente dorado.
No obstante, lo que más llamó la atención de la cofradía fue el estreno
del llamador del paso de Cristo. Las grandes dimensiones de éste no
evitaron los comentarios guasones.
El Buen Fin sorprendía igualmente con su exorno floral en el paso de Cristo, cambiando los tradicionales claveles rojos por lirios.
Reconocimiento de Pasión
En el Jueves Santo todos los ojos miraban a la Hermandad de Pasión. El año anterior parte del techo de la
capilla de Pasión
en el Salvador se desprendía y, en una maniobra de urgencia, los
hermanos que rápidamente acudieron sacaron, como pudieron, las imágenes
titulares. Ese 8 de abril de 1993, y después del apoyo que ABC de Sevilla tuvo con dicha Hermandad, el hermano mayor,
Javier Criado, entregaba una placa al recordado
Antonio de la Torre,
redactor jefe entonces del periódico. También Pasión, ese día, tuvo
ciertos problemas a la hora de entrar a su templo después de la estación
de penitencia, cuando se desprendió un dedo del Señor de Pasión. La
nota de la
Madrugá la puso la
Virgen de las Angustias de la
Hermandad de los Gitanos, que lució un collar regalado por la
Duquesa de Alba. El mismo que había llevado otras madrugás pero que, en esa ocasión, lo hizo como propio.
Demasiados nazarenos en el Viernes Santo
El aumento de nazarenos en las hermandades de Triana del
Viernes Santo,
el Cachorro y
la O, fue el hecho discordante de la jornada, provocando retrasos en la carrera oficial al resto de las cofradías. En el
Sábado Santo todavía se recordaba el solemne cortejo del
Santo Entierro del año 1992, algo que se intentó reproducir ese año.
Los Servitas estrenaba el techo de palio, diseñado por
Antonio Dubé y bordado por las monjas de Santa Isabel.
La Trinidad,
por su parte, sería el último año que saldría en estación de penitencia
sólo con dos pasos. En el 94 se incluiría a la procesión el paso del
Sagrado Decreto. Por último, el Resucitado respiraba tranquilo ese 1993. El
Domingo de Resurrección
del año anterior, al llegar la cofradía a la carrera oficial, se la
encontró repleta de basura y con los palcos desmontados. El
Consejo de Cofradías se encargó ese año de mantener palcos, sillas y bien limpia la carrera oficial.
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